miércoles, 24 de abril de 2013

La Secta de los Mil Ojos - Parte II


La noche cayó y los cinco compañeros aún caminaban por el oscuro bosque. Cazadora, la montaraz iba a la cabeza del grupo, moviéndose entre la maleza con la agilidad propia de quien esta acostumbrado a vivir- y a sobrevivir- en la naturaleza. Los demás avanzaban más despacio, expectantes de las señales de su guía.

Tras un rato en el que  atravesaron un claro del bosque, Kodran se detuvo.
- ¿No podemos descansar un momento?-preguntó jadeando y apoyándose en un árbol cercano- Hexedra seguirá ahí aunque nos retrasemos un poco en la marcha.

Los demás no dijeron nada, pero compartían la opinión del orador. Riker bajó el escudo de la espalda y se descansó su peso en la lanza.  Todos miraron a Cazadora, esperando una contestación.

-No nos queda mucho- dijo mirando hacia el cielo y las copas de los árboles-. Por la orientación de la vegetación y cómo se van espaciando los árboles... estamos a menos de cinco millas de la ciudad. Podremos estar allí en menos de una hora.

Con fuerzas renovadas por la imagen ya no muy lejana de una posada llena de cerveza y vino especiado reiniciaron el paso. Sin embargo, esta repentina emoción desapareció como el humo cuando saltaron cuatro hombres a su encuentro, y por la pinta de sus ropas, y sobre todo de sus expresiones, no pretendían ganarse la amistad de los aventureros. De sus manos y cuellos colgaban los brillantes que seguramente habrían robado de los que viajaban por allí, y sus ropajes se componían de prendas dispares, sustraidas de sus pasadas victimas. No, seguramente no buscaran amistad.


-Buenas noches caballeros- dijo el más gordo de ellos. Tenia la cara sudorosa y de su cinto colgaba un machete ancho con manchas de algo que parecía sangre.- Sed bienvenidos a nuestro territorio.
Dibujó una sonrisa en su redondo rostro que reveló una boca llena de dientes picados.  Sus otros amigos tenían las armas desenfundadas y se acercaban discretamente.
            -Si no quieren nada de nosotros- dijo Riker- agradeceríamos seguir nuestro camino, llevamos prisa. Aunque deduzco que algo sí que quieren.
            - Solo cobrar el impuesto de paso por nuestras tierras...-respondió el bandido grasiento mientras se acercaban más- Es lo justo a mi entender. Pero he de deciros que siempre cobramos nuestro tributo, por las buenas o por las malas.

            No necesitaban oír más. Cazadora sacó el arco y colocó una flecha en él a una velocidad asombrosa, mientras que Riker se enfundó el escudo y preparó la lanza. Kodran lo imitó.

            No fue una lucha igualado. El primer golpe lo soltó Tarla, la mujer chamán, con su gran lanza, y atravesó a uno de los bandidos de la izquierda. Antes siquiera de darse cuenta, la lanza había entrado y salido de su pecho de forma impecable.

            Dos de ellos se abalanzaron sobre Kodran, que estaba levemente separado del grupo. Uno de ellos levantó el brazo que agarraba la maza con intención de estamparla contra el cráneo de Kodran, pero el brazo ambicioso cayó al suelo, separado de su cuerpo con un sonido sordo.  El bandido retrocedió entre gritos y sangre, pero su compañero le lanzó un tajo con su sable y alcanzó en el hombro a Kodran antes de que le diera tiempo a volver a ponerse en guardia. Una flecha silbó desde el arco de Cazadora y encontró su hogar en el cuello del atacante justo antes de volver a soltar otra estocada. Con un gesto de sorpresa se desplomó y se quedó profiriendo gorgoteos de asfixia.

Así, en apenas unos segundos, el cabecilla de los bandidos se quedó sin secuaces, y su expresión de avaricia se transformó en una expresión de miedo. Soltó su machete sucio de sangre seca y se arrodilló a los pies de Riker.

            -¡Pîedad, por favor!-chilló implorante-. ¡Quiero vivir, dejad que me vaya, piedad!

-¿Piedad?- repitió Riker dejando caer el escudo. Miraba el machete con una expresión ruda-. Piedad es lo que rogaron todas las victimas de vuestros ataques. Piedad es lo que os habéis negado siempre a otorgar- Apuntó con su lanza al bandido-. Piedad y misericordia es lo que La Madre de la Luz regala a todos nosotros, sus hijos, para que la otorguemos a los demás.

            -¡¡ Tienes razón!! Quiero ser un Hijo de la Luz!¡Perdóname la vida, por favor!

La lanza de Riker ajustició al desgraciado atravesándolo a la altura del esternón con un sonoro crujido. Lo último que recordó aquel tipo fue el sabor a sangre viniendo a su boca podrida,  y el rostro de todas las personas que había asesinado para adueñarse de sus bienes. Sin duda vería eternamente sus rostros asustados rogando piedad. Una piedad que no había mostrado. La misma piedad que no había recibido.

De lejos, en la distancia, justo antes de que todo acabara, oyó una voz que rezaba.

“Paz antes que justicia. Justicia después de la injusticia. La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos.”

1 comentario:

  1. Guapíiisimo. Estoy deseando ver cómo escribes el final de la aventura ^^

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